En septiembre
novela: 1996-2000

Escribí los primeros párrafos de esta novela en febrero de 1996. Quedó terminada a fines de enero de 1997. Resultó una novela extensísima, con dos cauces diferenciados pero en estrecha relación. Después, decidí separar ambos cauces y elegí uno de ellos para mantenerlo en las siguientes versiones (he rescatado el cauce que quedó en la cuneta entonces para construir la novela Invierno). La última (¿sexta?) versión de En septiembre quedó terminada en agosto de 2000. Entre la conclusión de cada una de las versiones y el comienzo de la siguiente revisión transcurrieron a menudo largos meses de inactividad.

Sinopsis de En septiembre: Gonzalo, un joven madrileño, descubre que siente por su hermana Laura un amor más que fraternal (y obsesivo) al irrumpir en las vidas de ambos el cínico Ñaki. Cuando Laura se marcha de la ciudad sin dar explicaciones, Gonzalo emprenderá su búsqueda, exterior e interiormente, para extirparse ese amor enfermizo por Laura o para asumirlo por fin.

Mediante un «Examen de conciencia», una autocrítica que incluía al final de la novela en sus primeras versiones, trataba de explicar los puntos oscuros, reconocer sus fallos, sus influencias... Puesto que sería excesivo reproducir aquí la novela y tampoco sería oportuno recoger las (elogiosas, sí, y benévolas) críticas de los varios amigos que la leyeron, expongo aquí el extracto de algunos pasajes de ese «Examen de conciencia», para dar una idea de la historia en cuestión y sus procesos, así como de mi manera de afrontar la escritura. Como las versiones posteriores cambiaron la historia y su estructura interna omitiré los pasajes del «Examen» que tras las sucesivas versiones ya no le conciernen y adaptaré los que pueden conservarse.

 

En septiembre (novela)

Examen de conciencia

1. Tema

Hay autores que sólo viven para gozar de sí mismos, para regodearse en sus reiteraciones obsesivas. ¿Pertenezco yo a este grupo? Sí; pero no solamente. En septiembre ha crecido como una novela de huidas hacia dentro y de huidas hacia fuera, de regresos, de tiempos entrelazados, de vapores y, sobre todo, de un amor particular. «Comedia amarga», con misterio, costumbrismo, crítica y ¿agilidad? en la sucesión de hechos. Intento comprender algunas tendencias de autores jóvenes españoles de hoy, mis coetáneos: el cine norteamericano, el rock, la carretera, el lenguaje duro, la truculencia, la sangre, el sexo explícito, los juegos con las drogas, la consideración a menudo de los demás como seres prescindibles o piezas de caza —literal o sexualmente hablando— sin interior valioso, el goce del momento traído por el desencanto y por cierto escepticismo respecto del futuro...

Con la lectura de la novela se observará que eludo varios de estos temas. Más que eludirlos, los inicio tímidamente y los corto de pronto, de raíz. De forma consciente, además. ¿Soy blandengue? ¿Anticuado? ¿Pretencioso? ¿No me entero de lo que pasa en el mundo? Pues no es casi nada de eso. Ya que soy yo quien escribe, quiero ver no «algo más», sino «otra cosa». Se tiende ahora, por ejemplo, a considerar el pasado nada más que como factor que determina las —en general— malas condiciones del presente; centrándome en la composición de En septiembre (otras de mis obras quizá no quiera cocinarlas así), para mí, el pasado no tiene por qué ser sólo objeto de odio o desprecio, o incluso de omisión. La nostalgia afectiva me importa.

No me interesa tampoco para En septiembre la descarga de odios, impotencias y errores propios de unos personajes sobre otros, sino la autodestrucción consciente de uno de ellos para su posterior reconstrucción. Esta ruina de Gonzalo se apunta en la cadena de degradaciones a menudo ridículas a que se somete él mismo; ¿existe un insulto mayor que ése? Quién tiene derecho a insultarse más que uno mismo, que sabe por qué ha de hacerlo. No quiere todo esto decir que para reconstruirse uno mismo haya de pasar por el dolor de la ruina previa. Gonzalo sí necesitaba este camino. Existen otros.

Historia. Me acuso: nacen en la novela demasiadas ramas prometedoras que de pronto sufren el hachazo; surgen yemas como meros adornos; penden hojas del aire misteriosamente, sin rama que las sustente... Defensa: así veo la vida, una sucesión de posibilidades, de hechos que creíamos relevantes deshechos al fin en entropías, de historias que podrían ser o que podrían haber sido o que no queremos que sean pero son, a nuestro pesar o a nuestro gozo inesperado. A veces se me ocurre que la historia en sí no importa, y se me ocurre también que En septiembre es en realidad un largo juego de palabras y de bromas, por suerte, no todas privadas. Una novela debe presentarse a sí misma. ¿Resumen?: «Sólo una técnica tan limitada desaprovecharía así las posibilidades de una historia». O bien: «Lástima de talento desperdiciado en semejante engendro...».

2. Oportunidad

¿Era el momento de atreverse a manosear de nuevo el tema de los celos y otras frustraciones, de la maduración, del aprendizaje del pasado? Por qué no.

3. Intenciones

Entretenimiento. Se pretende sobre todo eso. Denuncia. No es ésta la principal razón de ser para En septiembre; por ello las críticas a los «pilares de la sociedad» que la adornan quizá aparezcan simplonas, por evidentes: enunciados para que el lector reflexione sin mi ayuda. Existen también juicios bajo tierra; que excave el lector.

4. Estructura

¿Cronos en caos, incompetencia para enhebrar historias? [...]

5. Forma

¿Novela de ordenador? No creo que haya que tomar la obra por la herramienta con que ha sido levantada. En el proceso de composición a menudo las obras por sí mismas nos arrastran a terrenos y resultados insospechados y no por ello menos sugerentes; la máquina no sería capaz de recordar sin guía dónde se dijo tal palabra o cuándo ocurrió esa decepción, no sabe de alegrías o dolores o sus formas.

Me acuso: rompo a menudo el ritmo del discurso con la alternancia anárquica de narrador omnisciente y descripciones objetivas, sensaciones, pensamientos, voces, en forma de frase corta o de ramificaciones exuberantes; frase sin verbo; frase de difícil sentido; frase sencilla de sujeto, verbo y predicado; nombre-frase; verbo-frase...

Todo puede ser objeto de corrección, incluso lo que parecía ya perfectamente acabado o inacabado premeditadamente, pero el autor dice «basta» a esa espiral sin salida cuando le place... En cuanto al lenguaje, lo he ajustado en lo posible a las características de cada voz, de cada situación subjetiva (tensa, poética, jocosa, repulsiva, dramática) u objetiva, pero me arrastra mi fondo (tal vez no muy profundo) de «lenguaje de retales mal cosidos que no me pertenecen» (como dice en cierto momento Beltrán, el padre de Gonzalo). ¿Por qué me arrastra? Se acaba de ver que pesa más en mí lo subjetivo. ¿Mi marca personal? Excusa. Fuegos de artificio para revestir un vacío.

6. Rostros

Un exceso de rostros que nos lleva a personajes que de pronto hinchan su importancia y sin más desaparecen. La incapacidad para conceder a la mayoría de ellos una vertebración interior y exterior mutila el desarrollo de los que habrían enriquecido la historia, mientras que confiere peso a los inútiles para ella... Ambos yerros se expresan en intentos de fusión no siempre acertados: personajes ubicuos, «enriquecidos» por la suma de vidas que en un principio eran ajenas, enmascarada su diversidad por una presunta condición ultraterrena [...] Apariencias; no he querido sino reflejar con todo ello ciertas nebulosidades de memoria: en toda vida surgen de continuo repentinas amistades, se van por el desagüe relaciones que parecían incluso demasiado sólidas, se desdibujan rostros sin llegar a borrarse por completo y nacen nuevos rostros por concreción de esos rostros antiguos desdibujados en el recuerdo. Así veo la vida; no olvidemos que soy miope.

7. Tictac en cm2 y cm3

La capacidad expresiva de un autor se prueba si se limita a un tiempo reducido y a un escenario concreto. Si consigue una historia viva en esos límites, es buen autor. En el flanco opuesto, será bueno si no desfallece en un tiempo prolongado, o si logra que no se noten los puntos en una costura de tiempos diversos y de espacios múltiples. Quizá he fracasado en el intento de combinar ambos extremos.

El reloj. El tiempo se revela importante en En septiembre. Más que el tiempo, mi particular visión del tiempo (subjetivo), cambiante, proteico, curvo, esférico, amorfo, línea única, dodecagrama de líneas paralelas, dos líneas cruzadas, rejilla de cien líneas rectas y sinuosas que se lían en ángulos diversos y no sólo bidimensionalmente en un plano, sino en un volumen o en la nada eterna del no reloj; así puede ser el tiempo. Tracatrá. Quizá un día consiga el dibujo adecuado a esa idea.

El palmo cuadrado o cúbico. Cae evidente que los lugares me importan. El espacio, la superficie, el volumen. Más que su descripción, el apego afectivo, el desapego. Los recuerdos que los impregnan. La raíz. Paredes y techos, escaleras de ascenso pero descenso, infinita soledad de un desierto o de un cuarto de baño.

8. ¿?

Otras meteduras de pata que ya no me siento capaz de ver debido al cansancio, a mi conocimiento de la historia (y a mi inevitada implicación en ella), o a un pobre dominio de la técnica. Tras cuatro años de trabajo en una primera etapa (febrero de 1996 - enero de 1997), en una segunda (marzo - junio de 1997), en una tercera (octubre de 1997 - febrero de 1998), en una cuarta (mayo - diciembre de 1998), en una quinta (julio - diciembre de 1999) y aun en una sexta (febrero - agosto de 2000), es el turno de otras opiniones que me aconsejen, me disuadan o me confirmen.

9. Explicación no solicitada

Es raro el autor que no se ve obligado por unas u otras circunstancias a meter la tijera en lo escrito [...]

A qué viene todo esto; viene a que en su primera versión, En septiembre alcanzó las 420 páginas cuando la terminé (enero de 1997), e incluía otro hilo argumental: una historia paralela que trataba de la vida de Arturo, el abuelo de Gonzalo; de la impronta de Arturo sobre su hija Elena; y de la juventud de Elena y Beltrán, como modo de justificación para el entorno familiar y como raíz de las obsesiones de Gonzalo (Ulises, sobre todo) y de la misma existencia de Ñaki. Como la extensión resultó excesiva, decidí escindir la novela. Cada hilo de la historia tendría su propia entidad. Para el segundo hilo, se me ha ocurrido el título de Invierno, y lo postergué [...]

10. Deudas, para algunos pasajes concretos o para el conjunto de la obra

Algunas inspiraciones se plasman en citas —evidentes y encubiertas— o en proximidad de ideas y formas expresivas. También, y al hilo, siguen aquí pistas sobre el supuesto significado (el verdadero me lo quedo) de En septiembre y su proceso de crecimiento... Gonzalo había leído mucho y apenas recordaba qué y cuánto. Por mi parte, yo he leído poco, mucho menos de lo que hubiese querido, y mal voy compensando el enorme retraso. Durante 1996 y 1997 viví y soñé, y también leí para dar solidez a mis propias visiones, limarlas o embrutecerlas, y para evitar paralelismos; por supuesto, con el fin de evadirme de mi tarea para En septiembre mediante obras alejadas en espíritu. Las sucesivas lecturas me sorprendían con coincidencias, con giros que yo había ya utilizado o que pensaba utilizar en mi labor. Me aterran ahora muchas palabras de En septiembre (y de su reflejo Invierno) que parecen transcritas de otras páginas sin rubor, con desafiante descaro incluso [...]

Yo mismo. Mal o bien, sobre todo mal, me he documentado yo solo. He rebuscado en la memoria yo solo. Yo solo me he recorrido las calles y he afinado la observación y el oído en ellas, en bares, en ascensores, en lavabos públicos. He vampirizado obras literarias, cinematográficas, pictóricas, televisivas, teatrales. Yo solo. En fin: yo solo me he trabajado En septiembre. Nadie me ha ayudado. Por todo ello, solamente a mí han de achacarse sus muchas irregularidades. Mi infancia. La ducha de agua y guijarros bajo un canalón, veranos en un pueblo interior de Valencia, la profanación allí de un cuarto cerrado en lo alto de una casa amiga a mis cuatro o cinco años, la apertura trabajosa de su ventana, la ruptura de un listón de la persiana para observar desde arriba cómo saltaba la comba aquella niña (¿cómo se llamaba?) con la que tantas veces me casé, no ante un limonero, sino a la sombra de una casa arruinada al final de la calle y del pueblo, ya en olor de la huerta... Mi adolescencia. Fiestas de estío en pueblos castellanos, imágenes de amores, recuerdos de la Movida madrileña, difusos héroes del punk. Mi hoy. Conversaciones, vivencias de amigos, alteradas o transcritas tal cual. Pedazos de vidas atrapados al oído en cualquier parte: en ese bar, en el callejón oloroso, en los lavabos de la Cámara de Comercio de Madrid (donde escuché de alguien: «Hice odiseas por ella...»; y es que me ha guiado la casualidad). No olvidaré viejos proyectos de relatos, como aquél sin título que tramé (y no me atreví a presentar) en C.O.U. para el premio de narrativa de mi Instituto, primavera de 1988 [...] La Laura-vampiro se inspira en Ultor, uno de mis cuentos de un terror con mala leche. Para varios personajes y escenarios, recurrí a mi primera novela, Cachapa Varsoviana.

 

Con En septiembre he dejado mucho atrás y afrontaré así obras futuras tal vez libre de algunos lastres: mis casualidades, miedos, gozos, odios y obsesiones. Mis amores. Sea o no así, les agradezco por último y sobre todo a mis padres la comprensión y la paciencia que me han regalado durante estos años de aparente pérdida de tiempo.

 

[© Jorge Mangas Peña, 1997, 1998, 1999. N.º de R.P.I.: M-55046, M-61752, M-70850, M-79494 y M-89185]

 

© jorge mangas peña, 2003-2011

 

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