Relatos del dorado anochecer
(cuentos): 1985

[Primeras líneas del relato «Dorado anochecer», que dio título al conjunto]

Segunda mitad de la década de 1930. En algún lugar del sur del océano Pacífico. Una pequeña isla, llamada Oro-oro, bajo el protectorado de alguna que otra potencia europea, refleja su silueta en las azules aguas del tranquilo mar. Son las diez de la mañana. Un hidroavión acaba de amerizar en la bahía de Oro-Orocu, pequeña población que es a la vez la capital de la isla. Únicamente tres personas descienden del hidroavión y comienzan a caminar por las semipodridas tablas del pequeño muelle de la aldea. Dos de estas personas son hombres jóvenes y la otra es una mujer, más joven que ellos. Los tres son reporteros. La muchacha, Babs, y uno de los jóvenes, Hubert, son norteamericanos. El otro joven es español. Su nombre es Fernando. Salió de España en busca de aventuras hacia EE.UU., donde fue contratado por el periódico New York News. Pronto partió acompañado por Hubert y Babs hacia las misteriosas islas de los mares del sur para enviar noticias sobre la situación de las colonias frente a la subrepticia expansión japonesa.

Se dirigen hacia el hotelucho de Denis, un irlandés viejo. Cada uno va hacia su habitación y descansa de la fatiga del viaje. El calor es sofocante. Los mosquitos atacan sin compasión. Bajan a comer y luego suben para echar la siesta. Sólo uno no duerme. Es Fernando. Está inquieto. No sabe la razón. Esa tarde, Hubert y Babs van a la pequeña población indígena para contactar con los aborígenes de la isla. Fernando se queda en el hotel, meditabundo.

A la mañana siguiente, Fernando va a la pequeña oficina de telégrafos de Oro-Orocu, para enviar la primera crónica que estuvieron preparando en la sofocante noche. En ese mismo momento, llega la noticia del día: «18-7-1936. Matt comunica -stop- En España ha comenzado un levantamiento militar -stop- Aún no se sabe su alcance -stop- Todos los días informaré a esta hora -stop- Fernando, no te preocupes -stop- No dejéis de enviarme vuestras crónicas -stop- Hasta mañana -stop».

 

© jorge mangas peña, 2003-2011

 

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